Caridad by Mark Richard

Caridad by Mark Richard

autor:Mark Richard [Richard, Mark]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1998-03-02T00:00:00+00:00


Caridad

No había barreras de seguridad en el puente. Solo un quitamiedos de madera a la altura de los neumáticos. El sedán comenzó a atravesar el puente, pero al momento se precipitó hacia el barro que había debajo. No los descubrieron hasta el amanecer, el niño roto, la mujer muerta.

Con las piernas y la parte superior —⁠hasta el cuello⁠— escayoladas, el niño esperó que alguien viniera a recogerle al ritmo del calendario del hospital. Semana de Paladares Hendidos: balbuceos, babas y cenas a base de avena hervida y huevos poco cocidos. El Mes de los Ciegos: igual que un juego en una fiesta, en el que unas manos inciertas sacudían a los niños para despertarlos mientras ellos tanteaban las barandillas de la cama intentando encontrar las manos de las enfermeras. El niño también siguió esperando durante el Mes de la Cadera Luxada, el Fin de Semana de los Desfigurados y el Día de los Testículos No Descendidos. El Mes de los Quemados era en verano. Había niños que destrozaban su juguete favorito y lo machacaban contra el suelo, en medio de un gran griterío mientras las monjas trabajaban, recurriendo primero al hielo y la pomada, luego a las jeringuillas. Pese a las inyecciones, persistían los porrazos y los ruidos, algo así como el contacto de carne contra carne en las camas, entre rojos y blancos relucientes.

El niño se hizo amigo de un chico que tenía cola, como un animal. El chico robaba cositas de las mantas de los niños en coma para jugar con ellas. Los médicos iban a cortarle la cola al chico, según contaba, y cuando preguntaba, las monjas le decían que un cura enterraría la cola en un cementerio. Cuando el chico preguntó si le permitirían ir al funeral, las monjas dijeron que no, que su alma no estaba en la cola.

—Entonces voy a escaparme —⁠le confió el chico al niño roto, mientras se le agitaba la cola en la pernera del pantalón en la que estaba encajada.

Cuando llegó la hora del chico con cola, le pillaron por sorpresa. Las monjas le apartaron de su bandeja de desayuno y le pusieron una bata de hospital que después abrocharon. El niño roto le despidió con la mano mientras pasaron a su lado empujándole en la cama con ruedas. Más tarde, el chico volvió con la cola. Lo que ahora le faltaba eran las piernas.

—¡Se lo dijiste tú! Te voy a matar —⁠acusó el chico con cola al niño roto, mientras su cola nadaba nerviosa entre las sábanas vacías buscando las piernas.

Un día, en el Ala de Recuperación, el chico con cola le dijo al niño roto:

—Estoy cada vez mejor. Te aconsejo no dormir por la noche.

Por la noche, el niño observaba la cama del chico de la cola. En la entrada de la sala, en la oscuridad azul, roncaba una monja sobre un libro abierto, una lámpara y una taza de té. El niño veía que un brazo se elevaba súbitamente de las mantas y le arrojaba algo, y entonces sentía el hormigueo de una cucaracha en la cara.



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